El Origen de los Illithid

La oscuridad solo engendra más oscuridad, esa parecía ser la ecuación común en los reinos bajo la tierra, donde la codicia y la perversión daban rienda suelta a sus más malvados caprichos. Alejados de la luz del sol, la magia transmuto a la versión más corrupta de si misma, siendo numerosos los seres que se aprovecharon de esta para conseguir el poder suficiente para manipular a sus iguales y esclavizar a quienes consideraban inferiores.

Un hechicero tan mortal como el resto pero con algo más de control sobre la magia subterránea, se proclamo a si mismo amo y señor de sus tierras, tomo bajo su servidumbre a todo aquel dispuesto a doblar sus rodillas para reverenciarle, pero no todos aceptarían sus deseos sin discutir, pero estos pobres desgraciados terminarían encerrados en una fosa tan oscura como el mal y tan silenciosa como la muerte, donde serian olvidados y abandonados esperando que sus cuerpos se pudran y dejen espacio a nuevos desertores.

Encerrados pero no solos, intentaron planear mil y una formas de escape, pero estas iban fallando una tras otra, con el tiempo el hambre y la sed les impidió pensar con coherencia y uno a uno fueron cayendo, dejando que la muerte los envolviera. Pero la magia que residía en su interior no quería solo desvanecerse, como gusanos carroñeros en el interior del cadáver fresco de su portador, comenzaron a transmutar sus órganos y sentidos. Cuando los cuerpos volvieron a abrir los ojos ya no eran las mismas personas que antes, veían con absoluta claridad en la oscuridad y su piel había adoptado permanentemente los tonos de la muerte, no podían escucharse, pero tampoco les interesaba hablar, su mente ahora era retorcida e instintiva, solo sabían una cosa, tenían hambre.

Cuando el carcelero decidió hacer acto de presencia para tirar a más desafortunados en el olvido, lo único que consiguió fue brindarle una excelente cena a las criaturas hambrientas que sentían cada suspiro cálido o la vibración de cada latido con la excitación de los tentáculos negros que salían de sus bocas en busca de los platillos. El carcelero no se salvo ese día, ni ningún ser viviente que se atrevió a cruzarse en el camino de los cadáveres revividos recientemente liberados. Estos fueron los primeros Illithid, seres instintivos y asesinos brutales, muertos comedores de cerebros en busca de la vida que ya perdieron.