Historia del Casino de Punce

A un costado de la zona central de Punce, se haya este enorme casino. Un lujo, pintoresco e iluminado, con un estilo único, Royal Punce es un salón de juegos que pretende divertir y para los que tienen suerte y éxito, volver a su casa con un dineral. No solamente se dedica a los juegos de azar y a las apuestas, también cuenta con modestos servicios como el de hospedaje, cenas o para simplemente pasar la noche entre amigos… aunque quién sabe, podrías conocer también otras personas.
Desde un inocente punto de vista, todo aquello es bueno al pasar la noche, puesto que también en ese lugar se dan prácticas a actividades ilegales, como la venta de sustancias, armas y asesinatos encubiertos entre tantas cosas. Suele ser también un lugar donde se suelen cerrar todo tipo de tratos, hasta los más sucios y traicioneros.

Royal Punce.


2 de febrero de 2032.

El inicio del año 2032 fue una temporada sumamente conflictiva para la economía de la ciudad; hasta ese momento una suma disparatada de dinero había sido invertida, entre tantas cosas, en seguridad, militancia, refacciones ocasionados por el vandalismo local y las cientos de campañas que se han utilizado a modo de contener al pueblo, quienes estos últimos, expresaban su malestar a los cuatro vientos, presionando de algún modo a los dirigentes políticos.
Los altos puestos que gobiernan Punce están demasiado conscientes y preocupados de los problemas actuales y sin duda alguna, necesitan mantenerse a flote económicamente ya que si no entrarían en un grave déficit que podría dejarlos en la quiebra. Para ellos, esto es el resultado de un efecto dominó desde el momento en que los subterráneos arribaron Sidney. Es preciso decir que la culpa fue de “los de abajo” pero no en un cien por cien; la mala gestión y la corrupción de distintos órganos estatales también fue un peso encima en el decaimiento de la economía. Punce estaría tambaleante y es menester que se modifiquen los ritmos o se elaboren planes para llegar a una solución. “El buen porvenir es dudoso y necesitamos de un milagro para cesar con las incertidumbres” afirmó un personal del municipio.

7 de marzo de 2032.

Se pactaron muchas reuniones a lo largo de todo febrero y principios de marzo. Las discusiones eran agitadas pero pocas a la hora de idear algún proyecto que atraiga el flujo de divisas extranjeras; la mirada de los economistas ahora y más que nunca estaban puestas en activistas, inversores y el turismo que terminó siendo una meta primeriza, -un poco contradictorio con el plan anterior de mantener el oscurantismo al mundo entero- alegando que ellos tendrían que ser el futuro de la economía de la ciudad. La mirada de los australianos ahora estaría puesta en el capital mundial, muy distinto a los planes que se venían dando hasta el inicio del año.

El cambio de planes fue muy brusco al principio, incluso a nivel provincial se retiraron prácticamente todo tipo de subsidios por lo que el nivel de vida era cada vez peor y eso solamente fue por el logro de mantenerse como último recurso hasta poder cerrar el proyecto. Mucho tiempo no les quedaría al ritmo en el que estaban.

Entre tantas ideas se tomó en cuenta la de hacer un casino, aprovechando una extensa porción de terreno vacío en Punce. Al principio la idea fue tirada al aire y rechazada, muy poco defendida y sostenida, pero luego de recurrir a diversos estudios de inversiones y de analizar cientos de proyectos, terminaron con que el casino sería la idea más pertinente. Depositarían toda su esperanza en Samantha Luhrmann, la oficial mayor de obras y la dueña de tal proyecto. La ingeniera prometió que tendría armado el casino en solamente un año y para las pocas pretensiones que tenía la oficial el comité que decidió contratarla la vio con inseguridad. Esta mujer de alguna manera terminó convenciendo a muchas personas a que aportara el capital necesario para terminar con todo lo más rápido posible.

5 de enero de 2033.

El año siguiente, a pocos días de cumplirse la fecha propuesta, el gobernador de Punce cortó el lienzo que estaba amarrado en la puerta principal del casino, inaugurando así Royal Punce. Minutos después del acontecimiento que fue observado por centenares de miles de personas alrededor de todo el mundo, Samantha me llamó a un número privado, diciendo que vio y oyó cosas muy malas y que pretendía desaparecer. Mucho no duró la llamada y mucho no pude entender por la voz pausada y angustiada que tenía. Al parecer, el lujoso y luminoso Royal Punce era un proyecto que serviría como pantalla de humo para un sinfín de actos ilícitos como el narcotráfico, el crimen organizado, lavado de dinero y dentro del marco legal, la inimaginable cantidad de dinero en blanco que manejaría la maravilla creada por la oficial e ingeniera. Decidí, con ayuda de un colega abogado, investigar un poco más en detalles y descubrir qué fue lo que Samantha se enteró. La verdad oculta detrás del casino me hizo arrepentir desde lo más profundo de mi alma y estaré así para toda la vida, por haber metido mi nariz donde NO debía hacerlo hecho. Me arrepiento TANTO de haberlo hecho. A veces la ignorancia es amiga de la buena conciencia, ténganlo presente.

Las cosas no han mejorado nada y al parecer, el remedio fue peor que la enfermedad. Si bien el casino pudo cumplir y superar las expectativas de muchísimas personas, los cambios no fueron para bien. Las personas que se enteraron de muchas cosas como yo y que quisieron de alguna manera “molestar” por medio de campañas y juicios terminaron asesinadas o se tuvieron que ir del país, siendo obligadas a ni hablar de aquello. Todo el contexto que abarca dicho lugar es horrible.
En fin, esto es todo lo que vi y lo que sé sobre el asunto, todo lo que pude recolectar ahora y antes, cuando era compañero de la persona que le dio vida al lugar.

… ¿Y Samantha? No lo sé, la he intentado llamar pero nunca contestó su móvil. Pienso que está viva, pero eso es un misterio más, como los que guarda tras sus puertas el casino Royal Punce. Que las miradas inocentes de los jugadores y que los discursos pragmáticos de los dueños nunca convenzan.




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